25/03/2002 EL CRIMEN DE LOS GALINDOS. CAPÍTULO IX Y ÚLTIMO Las semanas y los meses transcurrieron y el quíntuple asesinato no tenía culpables. Muchas preguntas quedaron sin respuesta: - ¿Por qué no se encontró el cadáver del capataz hasta 48 horas después del comienzo de su búsqueda, si estaba tan cerca? - ¿Cómo pudo pasar al lado su propio perro sin descubrirlo? - ¿Por qué José González fue precisamente ese día, 22 de julio de 1975, a recoger a su mujer para llevarla a Los Galindos, lugar que no había pisado en siete meses, los mismos que llevaba casada? - ¿Por qué tardo un mes en hacerse cargo del caso la Brigada de Investigación Criminal de Sevilla? - ¿Quién y por qué mató a esas cinco personas...? En 1978, tres años después de las muertes, siendo desconocidos aún el o los asesinos, el escritor Alfonso Grosso publicó Los invitados, historia novelada del misterio de Los Galindos llevada al cine, en el que apuntaba un móvil que nunca se ha podido demostrar pero que resultaba verosímil. Grosso mantenía en su libro que los crímenes se llevaron a cabo por venganza de un grupo mafioso dedicado al tráfico de marihuana, una de cuyas plantaciones clandestinas se encontraba en el cortijo de Los Galindos. Al parecer, un destacamento de la Legión estuvo en Paradas unos meses antes de los asesinatos y un miembro de esa unidad militar, vinculado a la organización criminal, la traicionó y no pudo llevarse a cabo una operación de tráfico de droga a gran escala. Individuos llegados desde Tánger en un Mercedes habrían sido los sicarios que asesinaron a quienes habían cultivado la marihuana o estaban al tanto de la operación, por diversos motivos. Lo cierto es que la Guardia Civil peinó la zona con rastreos a caballo y recorrió las tierras donde presumiblemente podría haber estado la plantación. Pero no se encontró nada parecido a la marihuana ni a cualquier otra variedad de cáñamo índico de propiedades estupefacientes. A día de hoy, y transcurridos ya veintisiete años, todo se desconoce sobre los asesinos de las cinco personas vinculadas al cortijo Los Galindos. Incluso ahora, con tanto tiempo de por medio, cuando vas a Paradas y preguntas por el cortijo, o por sus dueños, o por sus jornaleros, la gente agacha la cabeza y guarda silencio... El crimen sigue impune. Fin del relato Lola Canales